noviembre 2013 - por Miguel Esplugues
La leña se consume ardiendo, pero a la vez da calor a quien esta cerca y ayuda a cocinar los alimentos que dan vida. Así quisiera yo que fuese mi vida y sobre todo cuando llego a El Salvador. No quisiera dijesen de mí: “Era aquel español que paseó por aquí”
Ese compromiso de arder (vivir) en solidaridad fue y es lo que me motivo a venir a estos lugares en 2001 cuando el terremoto, compartiendo y luego dando testimonio de solidaridad, opinando en los talleres y reuniones, no por mis estudios que fueron básicos pero si por los años vividos ya que dicen que sabe el hombre mas por viejo que por estudiado.
Este año ví compromisos sacados el año pasado a algún alcalde y saqué otros. Asistí a un taller para solicitar y lograr involucrar a una alcaldía en medidas para la erradicación de la violencia de género muy arraigada por el machismo existente y que ANADES persigue con mucho ahínco, también asistí a talleres enseñando y promoviendo normas en la buena alimentación familiar, haciéndoles ver que es mas económica que la bollería y pan dulce que les dan con demasiada asiduidad a sus hijos. Una reunión de cajas comunitarias en Torola.
También compartí una maratoniana jornada de control sanitario en Bajo Lempa donde dos doctores de laboratorio con la ayuda de dos estudiantes de medicina, una valenciana (Begoña) realizaron analíticas de heces y orina con el laboratorio móvil a 173 niños, a la vez que tomaron peso y medida de cada uno de ellos.
Esta experiencia fue muy interesante por los resultados. En 2003 en una experiencia parecida en la zona solo el 2% de los niños estaban limpios de parásitos, etc. Hoy sobrepasaron el 30%.
Sobre todo esto, la duda me surge cuando relaciono estas aportaciones con una flor que cojo para añadirla al ramo que considero es mi vida con flores preciosas y también con alguna espina, pero que tengo en mis manos e incluso estrecho contra mi corazón. Es el gesto más hermoso y a la vez más cruel a un tiempo porque rinde homenaje a la flor mientras la mata.
Por eso creo que el acompañamiento y disfrute de su hermosura es mejor si no se corta, sino más bien estamos junto a ella disfrutándola y regándola si nos lo pide, pues no somos nadie nosotros para decidir qué hacer con ella. Siendo este el motivo por el que dudo, si actúo intentando comportarme como uno más de ellos y no tengo ese derecho pues pienso que solo a ellos atañe.
Me doy cuenta que aprecian más mi amistad que unen a un sentimiento del retornado que a la propia cooperación como miembro de ASOL, a pesar de que tienen claro que esa es la cuerda que me une a ellos. Es para mi un sentimiento que desde hace un tiempo me plantea dudas en cuanto la sensación de unión y apego con estos lugares, pues no termino de encontrar mi ubicación en esta grata relación.
Por otra parte ya son muchos los arraigos de amistad y familia que en El Salvador tengo, creando en mi esas dudas que no por ello alejan de mi el sentimiento salvadoreño de unión con este pueblo.
Perdemos la memoría de los hechos, pero no la memoría de las emociones.