noviembre 2005 - por Ascensión Ruíz
Ya hace más de un mes que El Salvador y otros países del área fueron golpeados por el Huracán Stan. Muchas personas refugiadas volvieron a sus lugares de origen, otras a estas fechas siguen en refugios, ya que no tienen donde ir. Sus “casas” en barrancos o quebradas, pedacitos de tierra de nadie, ocupada, o comprada a gente inescrupulosa, fueran arrastradas a veces con familiares. Otras quedaron soterradas por el lodo.
Pareciera que este huracán ha venido a movilizar a la gente. A las personas del Bajo Lempa, tanto del lado de Usulután como de San Vicente haciendo marchas a San Salvador para exigir al gobierno la construcción de las bordas. Otras, haciendo presión delante de las bodegas donde el gobierno guarda la ayuda en víveres y otros artículos, llegada de diferentes países, para que no la deje embodegada hasta otro desastre o la ponga a la venta. Otras, cortando carreteras, exigiendo responsabilidades a grandes empresarios por no tener en cuenta donde hacen sus obras, donde tiran la tierra que mueven provocando así situaciones de desastre.
En la Asociación Nuevo Amanecer tampoco llegó la calma. La urgencia para dar respuesta a las necesidades de la gente en las comunidades donde trabajamos, y otras donde nos han solicitado ayuda, nos ha hecho muchos días doblar la jornada.
A mí, personalmente, esta catástrofe me esta haciendo conocer más El Salvador. Los trece años que viví en Morazán me hicieron descubrir la pobreza del área rural. Se dice que este departamento es uno de los más pobres de El Salvador y en él se encuentra el pueblo más pobre, Torola. Es pobreza de un abandono histórico, pero no se dan huracanes ni inundaciones con tanta intensidad como en otros lugares. Ahora he visitado otras zonas rurales. Santiago Texacuango es un municipio del norte del departamento de San Salvador, y Colón en el departamento de La Libertad. Estos departamentos según el informe del PNUD, son los que tienen el índice de pobreza más bajo, pero los bolsones de pobreza no dejan de ser chocantes.
En algunos caseríos de estos municipios, como el de La Cruz en el cantón Shaltipa, el pedacito donde viven es minúsculo, un plancito justo donde poner su champa en medio de laderas y barrancos donde tienen su champita. La pobreza en que vive la gente contrasta con la belleza del paisaje. Mientras caminaba, pedía que nos parásemos un poco a manera de contemplar el paisaje;- pero también un truquito, aprendido en las montañas de Morazán, para tomar aliento-. La naturaleza en este lugar es exuberante, y entre las ramas de los árboles alzadas hacia el cielo se pueden contemplar, -aunque digan que están contaminadas- las aguas azules del lago de Ilopango.
Caminado por esas veredas encontré otras cosas que dan tristeza y rabia a la vez: Una casa, completamente de lámina paredes y techo, de unos 20 metros cuadrados, donde vive Marcela con sus 5 hijos, uno recién nacido y un compañero algo retrasado mental. En una champa parecida, encontramos a Vilma, una joven de 26 años con una tuberculosis y una hija a su cargo de 12 años, el compañero la abandonó. Vive con su mamá y un hermano que trabaja para todas cuando encuentra trabajo.
Estando en esta casa, llegó la promotora de salud del Ministerio. Esta señora explica que dos veces a la semana llega para administrarle ella misma la medicina. “Antes –dice-, también le daba un suplemento alimenticio que me proporcionaba el Ministerio, pero “se lo daba yo misma, ya que era para ella y se dejaba el bote se lo podían comer el resto de la familia.” Un escándalo, de parte del Ministerio por la asistencia prestada y de la promotora de salud por su prepotencia y falta de respeto. En otra casa, encontramos a una abuela. Esta señora ha participado en la organización comunitaria que ha estado realizando ANADES en la zona. Ahora apenas participa, ya que tiene que cuidar de los hijos, de dos de sus hijas, que viven en la misma casa. Estas, trabajan en las maquilas de San Salvador. Eso quiere decir que salen en la mañana cuando no ha amanecido y regresan de noche.
En esta casa Alex, de 11 años, esta desgranado y separando el maíz bueno del podrido de las doscientas mazorcas que acaban de comprar. La abuela tiene al sol un poquito de fríjol que ha podido salvar.
En el departamento de la Libertad, en el municipio de Colón, hemos visitado y llevado ayuda a las 45 familias que están refugiadas en la parroquia, en condiciones bastante precarias, ya que los locales de esta parroquia fueron dañados con el terremoto del 2001 y todavía están sin reparar.
En Lourdes, del mismo municipio, existe otro refugio en una escuela donde están albergadas 38 familias. ¿Hasta cuándo durará esto? La situación, requiere de muy buena voluntad de parte de los afectados, para una convivencia pacífica. Mucho tacto de parte de las personas que son parte de los comités que han formado, y no dejarse manipular por los politiquillos de turno, pues entramos en campaña electoral. Caminado por esta zona del Departamento de la Libertad, contra más se acerca al gran San Salvador, una no deja de asombrarse siempre del hacinamiento en que vive la gente.
Siempre he oído decir que El Salvador es el país de la sonrisa. ¿Mito? ¿Realidad? En las visitas a las familias, en sus casas una vez que habían regresado de los refugios; una les pregunta -¿cómo están?- Bien responden. Una insiste -¿bien? Y responden con una sonrisa- Sí, bien, estamos con vida-. Pues sí, están con vida para volver a empezar de nuevo a luchar por una vida más digna.
Vida, se descubre también en medio del sufrimiento. Esa vida que el 2 de noviembre se manifestaba en el monumento a las víctimas, donde están inscritos 25.000 nombres de desaparecidos y asesinados de este país, durante las décadas de los 70 y 80. Madres, esposas, hijos, nietos, buscando el nombre de los suyos y ponerle al lado una flor. Personas que no quieren olvidar y siguen reivindicando que se les haga justicia.
Vida, la que seguramente se manifestará esta noche en la celebración del XVI aniversario del asesinato de los Jesuitas, de una colaboradora y su hija. En medio de todo esto, Mª Carmen llegó como una reina maga, llena de todas las cosas que unos y otras le habéis encomendado para compartir con la gente que más lo necesita. En este mundo se descubre mucha insolidaridad, pero a mí me enternece tantos gestos de solidaridad de amigos y amigas. Familia y amigos y amigas de estas, de La Asociación Amanecer Solidario (ASOL), Comunidades Cristianas de Valencia, Dones Creients, hermanas de la Congregación. Todos los que he sabido y los que prefieren quedar en el anonimato.
Esas son las cosas que aunque chiquitas en comparación de lo que dan los gobiernos; que al fin y al cabo es de los pueblos; nos permite a los donantes y receptores, humanizar la vida.
Muchas gracias de parte de ANADES y de los receptores últimos.
Un abrazo.
Ascensión Ruíz Navarro
Vicepresidenta de ASOL