Noviembre 2011 - por Luis Martínez
El 19 de Julio de 2011, partí hacia El Salvador por tercera vez. La primera fue en el verano de 1992 como miembro de las brigadas de solidaridad que organiza CEDSALA. Por motivos de agenda tuve que ir solo y una vez allí no pude contactar con los demás compañeros de Valencia. Fue una experiencia, buena en sí, pero empezó y acabó allí.
La segunda vez fue el verano de 2010. La motivación seguía siendo la misma, compartir, de una manera directa, una parte de mi tiempo de vacaciones con aquellos pueblos más desfavorecidos y así ver la realidad de los proyectos que desde aquí apoyaba. Las Comunidades Cristianas Populares, y en concreto la mía, siempre hemos sido solidarios con los proyectos de Amanecer Solidario.
Le comuniqué a Ascen mi intención y fui enviado a la escuela infantil de Perquín. Y allí estuve tres semanas compartiendo el mismo trabajo y la misma ilusión.
El cariño con que fui acogido y el maravilloso ambiente del equipo humano de la escuela hicieron que fuera una experiencia muy beneficiosa para mi persona. En tampoco tiempo me hicieron sentir ser uno más y experimenté que las fronteras es algo muy artificial.
La residencia la tenía en la casa de una de las trabajadoras, en el poblado de Los Quebrachos, Comunidad Segundo Montes. Mi convivencia con la familia Márquez-Argueta fue otra experiencia fuerte para mí. Desde su sencillez y falta de recursos me enseñaron que hacen falta pocas cosas para vivir con alegría y esperanza. Compartí con ellos la amistad y la misma vida suya. Me han hecho parte de su familia. A través del correo he mantenido relación con ellos durante todo el curso.
Nuevo Amanecer me enseñó todos sus proyectos y me atendió exquisitamente.
Tan encantado quedé que repetí la misma experiencia el verano de 2011. Fui a la misma escuela y residí con la misma familia.
El verano de 2011 consolidó todo lo vivido en el 2010.
Para mí la teoría de la solidaridad internacional se ha hecho práctica en El Salvador. Cooperar con proyectos que trabajan no sólo el cambio personal sino también el estructural es una experiencia que plenifica y hace realidad el sueño de que otro mundo es posible.
El pueblo salvadoreño, que tanto ha sufrido, sigue adelante. Como dice la canción El sombrero azul: “dale que empujando el sol se acerca la madrugada”. La esperanza en un futuro mejor se me ha fortalecido allí.
El seguir siendo solidario y los lazos afectivos seguramente harán que vuelva otra vez.
Agradezco a la Asociación Amanecer Solidario todas las atenciones que han tenido conmigo.
Un abrazo y hasta siempre.
Luis Martínez