Noviembre 2011 - por Inma Mañez
Desde hacía ya varios años la idea de conocer y vivir una experiencia en algún país de Latinoamérica formaba parte de la lista secreta de mis sueños más deseados. Este verano pasado pude hacerlo realidad, desde el 6 de Julio al 24 de Agosto el país más chiquito de Centro América “El Pulgarcito” me acogió como a una salvadoreña más y como canta la canción “Con el cielo por sombrero” allí viví momentos de todos los sabores y de todos los colores, por ello , el verano de 2011, quedará registrado en mi recuerdo como especial y entrañable.
En la Asociación de Nuevo Amanecer de El Salvador desde su programa de Educación en los centro de Desarrollo Infantil del Bajo Lempa y de Perkín pude conocer de cerca y en primera persona la situación tan precaria de muchas familias que a pesar de numerosas dificultades envían cada día a sus niñas y niños a los centros, saben que allí aprenden y comparten , saben que allí comen y juegan , saben que allí son tratados por las educadoras populares con infinita ternura, paciencia… amor.
Saben que en algún momento en su pueblo salvadoreño florecerá la semilla, aunque la marcha sea lenta, seguirá siendo marcha y con ella, vendrá la alegría a lavar el sufrimiento, eso también lo dice la canción… todas esas familias lo saben, por eso cada día y a pesar de todo, envían a sus hijos e hijas a la escuela, porque la escuela es “Lugar de Vida y Esperanza”.
El Salvador es un país rico, lo es, rico en materia prima, rico en derroche de naturaleza, rico en ideales, sí, pero también es un país pobre, porque la mala distribución de toda esa riqueza que se concentra en pocas manos provoca que otras muchas manos solo se llenen de miseria, hambre y enfermedad.
El Salvador es también un país vivo, lo es, y es un país de mujeres, porque ellas no solo engendran y transmiten vida, son las luchadoras, las incansables, las tenaces y desde sus grupos, en sus casas, en sus capacitaciones, en sus trabajos y aún en las peores condiciones, día a día inventan y apuestan como seguir adelante.
Acabo ya aquí mi comentario, solo me queda, aprovechando la oportunidad que me habéis ofrecido desde estas páginas, dar las gracias a todas las mujeres, hombres y especialmente niñas y niños que compartieron conmigo en esos días, unas risas, unos frijoles, unas tortillas, un sueño…
¡Ojalá! que desde aquí, desde nuestro otro mundo podamos haceros presentes, no solo recordando la letra de una canción, sino aunando esfuerzos, deseos y proyectos para que esa semilla no tarde mucho en crecer… sería un regalo poder ser algo más que sólo “espectadores”.
Inma Mañez
“Y dale salvadoreño, que no hay pájaro pequeño que después de alzar el vuelo se detenga en su volar”.