El Salvador un lugar donde poder ayudar directa y activamente.
Marzo 2012 - por Carlos Luzuriaga
Hace unos días que se han cumplido dos meses de mi regreso al viaje de El Salvador. He preferido esperar un tiempo para que el balance del mismo no esté filtrado por las emociones que normalmente se conservan los días inmediatamente posteriores. Así, con un poco más de perspectiva puedo hacer un resumen de los días que estuve allí, y sobre todo lo que significó para mí este primer contacto con la realidad de El Salvador.
En principio, debo decir que no estaba previsto todo aquello que he vivido durante esos días. Me explico: ante la proximidad de mi jubilación me preparo para responder a una situación nueva, como es la de tener el tiempo que hasta entonces será del trabajo, tiempo libre. Por ello decidí proponerme como colaborador en alguna de las actividades de colaboración internacional, pero no de esas oficiales, sino las que considero más auténticas. Y con ese propósito hablé con Ximo García Roca, con quien he colaborado desde hace años en algunas de sus iniciativas, y él me indicó que podría colaborar en las distintas residencias para estudiantes que se han creado en diversos países de Latinoamérica. Y fue él quien me habló de la residencia de El Salvador, pero también me dijo que allí, en la capital, había una ONG que se dedicaba a la atención integral de los necesitados, especialmente los niños. Fue el inicio de mi relación con ANADES y ASOL. Conocí a Ascen de ANADES y Amparo de ASOL, quienes me dijeron que podría estar en la residencia que ANADES tiene en la capital, y entrar en contacto con sus iniciativas. Por supuesto que se me abrieron grandes perspectivas, que debo decir que se cumplieron con creces.
Mi estancia en El Salvador fue una experiencia muy positiva, en la que se cumplieron los objetivos que inicialmente y sin concretar me había propuesto. Pero además tuve el privilegio que ser objeto de una atención especial, o al menos así me pareció, aunque luego he tenido que concluir que esa atención es la que dispensan a todos los que por allí van, porque las personas que trabajan en ANADES son así, como los salvadoreños: acogedoras, próximas, dispuestas a atender todo lo que puedan, y sobre todo buenas personas. Así uno se puede sentir en su primer viaje a un país lejano como si estuviera en casa, y es así como me sentí.
Desde el punto de vista de colaboración internacional, o entre nosotros, la posibilidad de trabajar con ellos, yo volví con el convencimiento de que es un trabajo que está dentro de mis posibilidades, y que creo que ellos vieron que les puedo ser útil. Durante los días de mi estancia allí pude responder a lo que se me pidió, desde participación en reuniones (que me impresionaron, sobre todo las de las Cajas Comunitarias), hasta la redacción de informes de niños y niñas usuarios de la atención integral que ofrece ANADES. Me satisfizo el trabajo que me propusieron, y creo que ellos también quedaron satisfechos de mi respuesta.
Es lo que esperaba y deseaba cuando salí de Valencia rumbo a El Salvador: encontrar un sitio donde poder ayudar directa y activamente, y sobre todo que mi ofrecimiento pueda servir a los destinatarios. Durante el viaje de regreso concluí que sí, que las cosas habían salido como lo esperaba. Por ello, desde entonces veo el futuro de mi colaboración con ANADES y ASOL con tranquilidad y optimismo, pero también con la decidida voluntad de ofrecerme a todo aquello que consideren que puedo responder positivamente. De momento estoy como socio de ASOL aquí en Valencia, para estar en contacto directo y estar a disposición de la asociación en el momento que se me requiera.
He dejado aparte, por razones que he dicho al inicio, todo lo concerniente a la relación con los componentes de las asociaciones. Sería muy largo expresar todo mi agradecimiento por la atención que recibí. Mejor responder con la dedicación entusiasta y la disponibilidad total.
Carlos Luzuriaga