Comunicado ASOL COVID-19 situación en El Salvador

Comunicado ASOL COVID-19 situación en El Salvador

28 de marzo 2020

Desde la Asociación Amanecer Solidario -ASOL, después de recibir de diferentes personas información sobre la situación en El Salvador, después de haber visto el video del Presidente de El Salvador, sobre las medidas adoptadas ante la pandemia del coronavirus, hemos querido tener información de ANADES, nuestra asociación hermana, en el país y queremos compartir nuestras impresiones.

Las medidas propuestas en El Salvador han conseguido llamar la atención de ciudadanos a escala internacional. Y en ASOL no somos indiferentes de la situación y de las noticias que nos llegan de nuestro querido país centroamericano.

El presidente, simpatizante de las redes sociales, ha conseguido de nuevo que su mesiánico apellido y sus formas resuenen en internet; en esta ocasión, incluso en medio de una pandemia como la que el mundo está viviendo. Se han anunciado medidas duras orientadas a defender los intereses de los salvadoreños. Estas medidas han permitido retrasar todo lo posible la llegada del virus al país y dar un valiosísimo tiempo de preparación antes de un inminente contagio masivo. Sus decisiones han sido retóricamente audaces y muchos de los errores que inicialmente se denunciaron, se han ido corrigiendo. Aunque después del aplauso hace falta salirse del ruido y hacer un análisis realista y evitar faltas expectativas.

No olvidemos todo el escenario político -en el que de forma advenediza- el actual presidente, se ha situado como único garante de la impronta cuzcatleca. Aún está fresco en la memoria las escenas en las que irrumpió a la Asamblea con el Ejército para dar un golpen en la mesa y presionar a los diputados a base de miedo, palos y armas.

Es evidente, que hay un grupo de medidas factibles que son importantes y de las que no se ha hablado tanto: reducir los impuestos, las importaciones, regular los precios con la defensoría del consumidor o asegurar los insumos para la industria farmacéutica. Hay unas que se pueden aplicar relativamente, como la reducción de los créditos, y hay otras que realmente son de muy difícil aplicación, como el mecanismo para hacer la entrega de un subsidio de 300 dólares a más de 1.5 millones de familias y las dudas más notables están relacionadas con las detenciones y la aplicación del buen juicio para distinguir entre desobedientes y autorizados durante la restricción temporal de derechos constitucionales.

El anuncio se ha calificado como "populista y de falsas expectativas" y algunos analistas han puesto en duda que sea posible poner en marcha estas medidas por las propias limitaciones internas de El Salvador. Buscar una fuente para cubrir las promesas sería extremadamente complicado y más en un país con las limitaciones económicas de El Salvador. Es importante por eso que el gobierno haya anunciado ayudas económicas inmediatas para los más afectados, pero estas medidas no son sostenibles. El país es preso de la pobreza y tiene poca capacidad para amortiguar la hambruna que puede acompañar o seguir a esta crisis de salud.

Por tanto, se está generando más incertidumbre, están mal formuladas y sobreponen la vanidad política y electoral del Presidente, porque -aún en estas circunstancias- no esconde que el punto fijo de cada paso que da, es quedar muy bien con la población, antes de hacerse con todo el poder.

El Salvador está a las puertas de la mayor tragedia social jamás vivida en dos siglos de historia, el efecto económico se presiente realmente dramático, pero se debe priorizar la vida y los valores de coraje que tanto han caracterizado al pueblo salvadoreño cuando se ha enfrentado a un terremoto, a un huracán, a una sequía o incluso a una guerra civil. Conviene actuar en consecuencia. Desde nuestra ONG hermana, ANADES, se advierte que la desinformación o saturación de la misma a través de diversas fuentes contribuye a que la gente no se proteja y sean vulnerables a la enfermedad. Además, propaga el miedo y la estigmatización.

La situación económica de las familias, están siendo impactadas duramente, sobre todo aquellas que generan diariamente el sustento. La situación de pobreza y exclusión social de la mayoría de las familias en El Salvador que carecen de acceso a servicios básicos como el agua, salud, medicamentos, acceso a limitados alimentos, recursos de higiene y protección, limita la prevención y atención. No se le puede exigir a la población el uso de mascarilla cuando no hay agua para lavarse las manos.

También, creemos importante que se debe garantizar la cadena de suministros. Esto implica que debe haber garantías por parte del Estado para que la población siempre pueda acceder a los productos de primera necesidad.

Subrayan desde ANADES que “son notorias las múltiples carencias del sistema salud, en la rama preventiva, atención ambulatoria y hospitalización. La reforma de salud quedó estancada por más de cinco años, un presupuesto disminuido para el 2020 y el cierre de 16 Equipos Comunitarios de Salud Familiar. Por otro lado, fueron eliminados 15 programas que benefician a la población. Pese a tener problemas de infecciones respiratorias agudas, neumonías, insuficiencia renal, enfermedades diarreicas agudas y otras con alta prevalencia, la salud no fue priorizada en el presupuesto aprobado para el 2020. Sin embargo, aumentaron los gastos militares y de seguridad”.

También se denuncia la “improvisación en albergues donde llegan todas las personas provenientes del extranjero. Según el Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos; quien realizó verificación el día doce de marzo en el Aeropuerto Internacional de Comalapa, todas las personas viajeras eran puestas en una sola área, hubo hacinamiento, se juntó a las procedentes de países con muchos contagios de COVID-19, con las que provenían de país sin casos, las autoridades no tenían directrices para la atención; en consecuencia, no informaron a la población. El referido funcionario expresó “pudimos verificar que no existen protocolos de atención para niños, niñas, adolescentes, mujeres embarazadas y adultos mayores”.

Hay voces solventes, como la de la Universidad Centroamericana (UCA), que advierten de un peligroso debilitamiento de la institucionalidad y del estado de Derecho. El país, con la actual administración sigue profundizando su militarización y desde que inició la cuarentena obligatoria, se han detenido a cientos de personas en escenarios de gran vacío legal. Lo que se está haciendo no son retenciones, son detenciones ilegales, sin garantizar sus derechos y dignidad.

El régimen de excepción tiene la finalidad de salvaguardar la salud pública no de criminalizar. Es grave que sean los policías y soldados los que determinen si la persona que anda en la calle, está amparada a una excepción de la orden de cuarentena, cuando en el ADN de la sociedad civil aún se pasea el fantasma de los uniformes verde-olivo que tanto daño y miedo infringieron en la sociedad civil. Tampoco ha existido un lapso mínimo y razonable para socializar las prohibiciones y que la población las conozca de forma clara, de ahí que se preste a confusión e ignorancia.

El presidente, en la mesa oficial, en vez de esa escena clientelar en donde se rodea por un lado del Embajador de Estados Unidos; y por el otro de los militares, debería crear un mesa nacional de emergencia con representación de las organizaciones sociales, las universidades y centros de pensamiento para que compartan la responsabilidad de promover, planear, y mantener la coordinación y operación conjunta, entre diferentes niveles, jurisdicciones y funciones. También hay muchos y muchas economistas con deseos de aportar. Solo la articulación de todas las fuerzas políticas, económicas y sociales del país permitirá sobrevivir al virus y a lo que puede dejar tras de sí: mayor desigualdad, hambre, violencia y miseria.

El Salvador arrastra falta de confiabilidad de la información oficial, no todo mundo tiene acceso a internet y por tanto presencia en redes sociales como Twitter o Facebook, que son los canales oficiales de información. Esto provoca mayor incertidumbre en la población, que es susceptible a caer en pánico y por ello pueda resultar altamente manipulable. Esta denuncia alguien tiene que hacerla. Tenemos el deber de prevenir que la emergencia pueda ser instrumentalizada para concentración de poder que desemboque en una futura crisis democrática y prevenir posibles violaciones a Derechos Humanos.

En la memoria de la observancia internacional aún es pronto para olvidar las actuaciones recientes del Presidente. Los poderes extraordinarios que ahora administra no son cheques en blanco, sino una responsabilidad constitucional para hacer frente a una emergencia de esta naturaleza. Todas las autoridades, comenzando por el jefe del Ejecutivo, están obligadas no solo a cumplir las leyes sino a limitarse a ellas y utilizar esos poderes extraordinarios solo en la medida en que sean necesarios. No podemos, en aras de enfrentar una epidemia, dejar a su suerte a una parte del país.

También y no menos importante, debemos asegurarnos de que esta crisis no sacrifique la democracia. Que temas tan latentes como la inseguridad, el deterioro de la economía, el aumento del desempleo o la corrupción pasen a un plano meramente decorativo ante el avasallante panorama que la emergencia plantea. La corrupción se configura como una barrera que limita atender no sólo a los más vulnerables, sino también a la población que sufre la emergencia, cualquiera que sea, volviéndose aún más crítico cuando los bienes que están en juego son la salud o la vida. No se trata de no asumir responsabilidades de las graves consecuencias que implicaría para todos no tomar medidas inmediatas. Pero dichas medidas deben justificar su necesidad basadas en evidencias y cumplir con estándares de legalidad y gradualidad.

En El Salvador el protagonismo en esta crisis se la está llevando El Presidente, puede que las circunstancias le permitan articular una estratégica manera de neutralizar el impacto negativo que el falso golpe de Estado del 9 de febrero tuvo en su imagen internacional. Aunque el salvadoreño debe apelar a los valores democráticos, al civismo o al sentido de comunidad, antes fomentar el sobresalto. El único y verdadero protagonismo debe estar enfocado en los campesinos que afrontan el aislamiento social sin nada para comer, en los comerciantes que ven mermado sus negocios, en los trabajadores que tienen que salir si o si, porque la maquinaria productiva no se detiene, y sobre todo el personal sanitario que privado de herramientas y recursos, siente la llegada de un enemigo desconocido. Por la experiencia en otros países, esta crisis está demostrando el hartazgo en la clase política y la gente se sitúa más cerca de médicos y enfermeras, los grandes olvidados de las políticas neoliberales, muy dadas a los recortes en sanidad y educación.

Hoy más que nunca: ¡Dale salvadoreño, dale! Que no hay pájaro pequeño que después de alzar el vuelo. Se detenga en su volar…

Asociación Amanecer Solidario (ASOL)
28 de marzo 2020

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